martes, 13 de mayo de 2008

PASOS DE PUEBLO EN LA GRAN CIUDAD

Estoy en la gran capital donde los hombres están más acostumbrados a los charcos en las calles que al canto de los pájaros. La ciudad de millones de habitantes que pocas veces saludan a sus vecinos y que viven tan solos como sólo ellos mismos pueden vivir.
Aquí mi querido pueblo Filadelfia- Caldas, si acaso suena a recuerdo como un Macondo olvidado… como un lugar de ensueño, de fantasía surrealista. La ajena mirada de la gran ciudad desconoce la humilde condición de tantos hombres y mujeres que como los de mi pueblo, cada día trabajan para darle de comer a todo el país.
A mí, entre tanto pito de carro y tanta indiferencia en las miradas, me suena a paraíso mi pueblo. Sus calles pequeñitas como las de la canción, sus tranquilos pasos y esas ganas de todos los que nos hemos ido, de volver tan siquiera para morir entre sus verdes montañas.
¿Acaso mi pequeño pueblo me ha tallado tanto el alma que solo me provoca pintarlo de mil formas para vivir nuevamente en sus tiernas casitas? ¿Acaso ni siquiera la más grande de las riquezas puede compararse con la belleza de un amanecer entre tantos cafetales y tanto olor a panela?
Hoy me siento orgullosa de haber nacido en mi pueblo, de ser humilde de origen y rica de recuerdos… de tantos días felices corriendo con mis primos entre sus callecitas lejanas para acunar la infancia. De aquellas noches en que la oscuridad se tragaba los ruidos y sólo dejaba libre el dulce rumor de los grillitos.
Me siento feliz, porque sé que ahora cuando mi pueblo vuelve a creer en las voces de sus hombres y mujeres que con gran paciencia han escrito tantos pasajes imaginados o vividos de sus propias historias en poemas, cuentos y novelas, los niños podrán escoger entre una pluma y un libro en vez de un arma o un cuchillo, para ir por el mundo luchando con las letras, como solo los grandes hombres lo hacen.
Todo esto lo siento y lo creo porque sé que algún día, no muy lejano, mi pueblo será tan famoso como el inexistente Macondo, tras las palabras escritas por alguno de esos hombres y mujeres que como yo viven y sueñan en el poder de las letras.

Diana Patricia Toro Ángel