miércoles, 21 de mayo de 2008

MISAEL TORO, BENEFACTOR DE LAS LETRAS


Misael Toro Arias fundó el ENCUENTRO DE ESCRITORES FILADELFIA y es su director natural. Su rostro, su voz, su pensamiento, su actividad, están asociados a él como la plaza de un pueblo a su historia. Nadie ha sentido tanto, honda admiración por la palabra y sus cultores, la necesidad de crear un espacio para ella y para ellos en Filadelfia, lo que equivale a decir para los filadelfeños, en un humano y humanista beneficio de doble vía.

El ENCUENTRO hace parte de su vida como su vida hace parte del ENCUENTRO. La relación entre hombre y evento es de simbiosis en su mejor versión: el mutualismo. Y de mutualismo en su traslación más justa: la asociación necesaria para ambos y no dañina para ninguno de los dos, porque sembrar, afianzar, vigorizar, abonar, platear, purificar, refinar, es lo único que les da sentido. A Misael le es necesaria la cultura por vocación y lo que recibe a cambio es la mera, y esto lo excede, satisfacción romántica en el sentido alemán del arte como sueño y del sueño de un mundo centrado en el arte.

Durante años dejó a un lado familia, ocupaciones, comodidad, para sacar adelante solitario varias de sus ediciones, en parte con patrimonio personal. Y absolutamente ninguna de la totalidad no le debe nada. La tristeza más franca y espontánea la portó su mirada cada vez que el evento no se pudo realizar.

Ahora, de repente, hemos recibido la noticia de que el Encuentro ha sido organizado sin que él se diera cuenta, volumen alto en la voz y bajo en los argumentos, justo cuando mayor disponibilidad tenía de acompañarlo y su cariño era más grande. El símil inevitable es el del buen padre que de pronto se encuentra con que no puede entrar a su propia casa porque le han cambiado la clave a la cerradura. Casi no lo podíamos creer. ¿Dormíamos y se trataba de una pesadilla onírica? No, estábamos despiertos y padecíamos una pesadilla de la realidad.

Lo único que podemos decirle a Misael es que no vaya a tropezar en esa repentina depresión del camino, ya que ninguna autoestima dejaría de lastimarse ante inadvertencia semejante. Que sepa que su nobleza es reconocida por todos y su probidad resistente a toda prueba. Que sin su irradiación y sus arrestos todo será en adelante incompleto e impropio.

Será luego que pueda Misael ejercer como Presidente Honorario de la CORPORACIÓN ENCUENTRO DE ESCRITORES FILADELFIA, entregar su valioso aporte al ENCUENTRO y recibir el homenaje con placa que la junta directiva le tenía en secreto programado.

Flóbert Zapata Arias
06/04/08

martes, 13 de mayo de 2008

DECLARACIÓN DE COMPLICIDAD CON FILADELFIA




Vine a conocer Filadelfia el pasado mes de abril con ocasión del X ENCUENTRTO DE ESCRITORES CALDENSES. Anfitrión de mi visita fue el Dr. Ricardo Moncaleano, hijo adoptivo del municipio, y cómplices más que generosos fueron los organizadores, participantes, testigos y, en fin, la comunidad entera de amables filadelfeños. A todos ellos ofrezco, más que un agradecimiento, mi decidida expresión de complicidad con lo que hacen y estas reflexiones sobre algunos sentidos y valores que no deben desvanecerse o que sería importante consolidar:

RECONOCIMIENTO: Los ENCUENTROS son la mejor manera de “vernos”, de confirmar o validar la presencia propia y la de “otros”, aquellos que llamamos los “demás”. Por eso los ENCUENTROS siempre comienzan y jamás se acaban; pues vernos una vez es seguir conociéndonos, sobre todo y muy especialmente, en el recuerdo que es el verdadero conocimiento.

DIFERENCIA: Los ENCUENTROS, por ello mismo, propician la conciencia de sí (Otra de las definiciones de “Cultura” según Gramsci) y excitan la construcción permanente de la identidad. Nadie se reconoce en solitario. Se precisa el reconocimiento y la mirada ajenos para sentir —y recobrar― esa angustia fundamental de “sabernos” nosotros mismos y no otros, de admitirnos distintos y únicos. La conciencia de la diferencia es el primer factor de identidad.

DISENTIMIENTO: Los ENCUENTROS consolidan el derecho a ser, a pensar y a vivir distinto. En el intercambio, en el diálogo con otros seres y otros modos de existir, se sitúa claramente nuestro pensamiento y se permite la expresión y la expansión no sólo de ideas afines sino de conceptos contrarios y, aún, divergentes. Encontrarse es, también, sinónimo de oposición, otra forma civilizada de disentimiento.

PLURALIDAD: Los ENCUENTROS, en este orden de ideas, son la manifestación concreta de lo “plural” y, claro, de esa difícil virtud que denominamos tolerancia. Los ENCUENTROS no tienen como propósito lo homogéneo, ni lo unánime; se regodean en la variedad y en esa gama colorida de las opiniones múltiples.

CONEXIDAD: Los ENCUENTROS, entonces, son una revoltura inevitable y necesaria. Trastornan todas las jerarquías y dignidades: rebasan las diferencias de todo tipo y subvierten los órdenes tradicionales.

PÚBLICO Y COLECTIVO: Los ENCUENTROS, como se ve, tienden forzosamente a lo colectivo y a lo público. Instauran esos ámbitos o los estimulan y reclaman la creación de nuevos espacios y derroteros. Lo público, en la acepción de lo común y no de lo institucional, es el lado colectivo de la pertenencia. No sólo nos sensibiliza hacia los propósitos comunes sino que nos enlaza como pueblo.
CULTURAS: Bajo este enfoque, los ENCUENTROS son el soporte natural de nuestras “culturas”. Las expresiones, manifestaciones y principios, los símbolos, códigos e imaginarios, los creadores y sus creaciones, los eventos y los medios, las identidades y diferencias, concurren y se confrontan con esta única excusa.

COMUNIDAD: Los ENCUENTROS, pues, como ámbitos culturales, colectivos y públicos, son esencialmente comunitarios y allí debe residir su fuerza. Los sentimientos de lealtad y de pertenencia se fraguan a través de las experiencias que se ejercen y viven en comunidad.

MEMORIA: Los ENCUENTROS fortalecen tanto la memoria como el olvido. “Memoria” que es siempre vital en la incorporación del pasado remoto y del cercano, que transforma el presente con referentes precisos y que ajusta el porvenir y lo modela con el poder del deseo. Memoria que nos hace dueños de la historia actual y artífices de la venidera. Y, por supuesto, “olvido” de todo aquello que nos inmoviliza, traiciona y vulnera como sociedad.
ESPERANZA: Los ENCUENTROS abren caminos de esperanza. Esperanza de avanzar, crecer y madurar; certidumbre de que el diálogo es la terapia concreta para la violencia y confianza en que un país mejor es posible y que no hay que esperar mucho para tenerlo.

CONVERSACIÓN: Los ENCUENTROS, finalmente, son la excusa perfecta para conversar. Extensión colectiva de este hecho familiar y fraterno, los ENCUENTROS demandan una conversación lenta y trivial, íntima y despreocupada. Por lo demás, atreverse a conversar es otra forma de atreverse a pensar y a opinar, a disfrutar de interlocutores en un país que los niega o que los oculta. Por fortuna, en Filadelfia, se conversa antes, en medio y después de cada uno de los ENCUENTROS. Se conversa sana, vigorosa y exageradamente. Como debe conversarse y como debe vivirse en este privilegiado oasis del occidente.


RECOMENDACIONES


*El evento debe protegerse y mantenerse, conservando los motivos, fecha y periodicidad que lo caracterizan.
*Los invitados, propios y forasteros, han de tratarse con similar consideración. Es imperativo vincular más efectivamente a las Colonias y a los personajes nativos que no viven en el municipio.
*El evento debe mantener un diálogo abierto y constante entre los diversos grupos y tendencias culturales presentes en Filadelfia. De ser posible, ha de permitirles alguna injerencia o proponerles conciliar temáticas y procedimientos. El evento ha de ser ejemplo de consenso para toda la comunidad.
*Independientemente de la excusa histórica o literaria, el evento debe abrirse a otras expresiones, manifestaciones, disciplinas e intereses, tanto culturales como artísticos, que contribuyan a su crecimiento y afianzamiento.
*Es necesario que se diseñen y programen, a lo largo del año, actividades complementarias y conexas como investigaciones, concursos, cátedras, tertulias, talleres, festivales, clubes, ferias, etc.
*Es urgente reclamar del Estado y de las instituciones locales y nacionales un respaldo serio y concreto a este esfuerzo, al punto que le permita sostenerse con dignidad. Sin olvidar que estos eventos son rentables en términos sociales y eso justifica todas las inversiones.
*Debe propiciarse, entonces, la alternancia entre lo tradicional y lo moderno, lo folclórico y lo popular, lo comarcano y lo cosmopolita, lo académico y lo vivencial, etc.
*Es imprescindible no sólo la convocatoria sino, especialmente, la participación de la mayor cantidad posible de grupos locales, de gremios y oficios, de gentes y ámbitos.
*Los espacios públicos han de usarse para promover nuevas experiencias comunales y para sustentar y mejorar las existentes.
*Sin duda, el evento ha de estimular la conservación material de sus resultados, mediante archivos especializados, publicaciones y mecanismos de extensión.
*El evento debe propagarse y extenderse, crear vínculos sociales e institucionales, darse a conocer y favorecer su emulación por parte de otras comunidades.
*Los espacios de conversación —casas, cafés, plazas, patios, etc.―, así como las horas para hacerlo, dan una idea significativa, de todo lo que podría hacerse y lograrse.


JAIRO HERNÁN URIBE MÁRQUEZ/Junio de 2004

PASOS DE PUEBLO EN LA GRAN CIUDAD

Estoy en la gran capital donde los hombres están más acostumbrados a los charcos en las calles que al canto de los pájaros. La ciudad de millones de habitantes que pocas veces saludan a sus vecinos y que viven tan solos como sólo ellos mismos pueden vivir.
Aquí mi querido pueblo Filadelfia- Caldas, si acaso suena a recuerdo como un Macondo olvidado… como un lugar de ensueño, de fantasía surrealista. La ajena mirada de la gran ciudad desconoce la humilde condición de tantos hombres y mujeres que como los de mi pueblo, cada día trabajan para darle de comer a todo el país.
A mí, entre tanto pito de carro y tanta indiferencia en las miradas, me suena a paraíso mi pueblo. Sus calles pequeñitas como las de la canción, sus tranquilos pasos y esas ganas de todos los que nos hemos ido, de volver tan siquiera para morir entre sus verdes montañas.
¿Acaso mi pequeño pueblo me ha tallado tanto el alma que solo me provoca pintarlo de mil formas para vivir nuevamente en sus tiernas casitas? ¿Acaso ni siquiera la más grande de las riquezas puede compararse con la belleza de un amanecer entre tantos cafetales y tanto olor a panela?
Hoy me siento orgullosa de haber nacido en mi pueblo, de ser humilde de origen y rica de recuerdos… de tantos días felices corriendo con mis primos entre sus callecitas lejanas para acunar la infancia. De aquellas noches en que la oscuridad se tragaba los ruidos y sólo dejaba libre el dulce rumor de los grillitos.
Me siento feliz, porque sé que ahora cuando mi pueblo vuelve a creer en las voces de sus hombres y mujeres que con gran paciencia han escrito tantos pasajes imaginados o vividos de sus propias historias en poemas, cuentos y novelas, los niños podrán escoger entre una pluma y un libro en vez de un arma o un cuchillo, para ir por el mundo luchando con las letras, como solo los grandes hombres lo hacen.
Todo esto lo siento y lo creo porque sé que algún día, no muy lejano, mi pueblo será tan famoso como el inexistente Macondo, tras las palabras escritas por alguno de esos hombres y mujeres que como yo viven y sueñan en el poder de las letras.

Diana Patricia Toro Ángel