lunes, 13 de febrero de 2012

Danilo Cruz Vélez, el más grande filósofo colombiano del siglo XX, por Julián Chica Cardona

Danilo Cruz Vélez, el más grande filósofo colombiano del siglo XX,

por Julián Chica Cardona.


«No es la naturaleza, sino la red de formas culturales (derecho, estado, sociedad, familia, moralidad, ciencia, arte…) lo que constituye el ámbito dentro del cual el hombre llega a ser lo que es.»

D. C. V.

(Danilo Cruz Vélez).


Danilo Cruz Vélez, considerado por muchos como el más grande filósofo colombiano del Siglo XX, nació en la finca La María, paraje de La Palma, jurisdicción de Filadelfia (Caldas), el 22 de diciembre de 1920.

La infancia y los primeros años de su juventud transcurrieron entre su población natal (Filadelfia), y Riosucio (ubicada hacia la otra margen del río Cauca), Popayán y Manizales. A esta última se traslada en 1937 para terminar sus estudios secundarios en el Instituto Universitario de Manizales, y allí inicia sus primeras lecturas de filosofía moderna y contemporánea, gracias a las traducciones y publicaciones de algunas editoriales españolas a las que tuvo acceso.

Aunque sus primeras lecturas eran esencialmente de orden literario, ya empezaba a inquietarse por la filosofía y su definitiva vocación intelectual. Para él fue decisivo el encuentro en dicho colegio con su profesor de Historia, Rogelio Escobar Ángel, quien fue el primero en hablarle de la obra de Ortega y Gasset en España y de sus distintas tesis de contenido filosófico, e igualmente sobre la cultura y la ciencia alemanas, y su incidencia en el desarrollo del pensamiento occidental, lo que influye en la trayectoria de su posterior vida intelectual.

Su compañero de colegio, con el que compartió sus primeras inquietudes literarias y filosóficas, y a quien recuerda con agrado, fue Guillermo Arcila Arango, que posteriormente llegaría a ser un distinguido miembro de la Sociedad Psicoanalítica Latinoamericana.

En 1939, se traslada a Bogotá para continuar sus estudios universitarios, y se decide por la rama del Derecho. Allí entra enseguida en relaciones con los círculos de escritores de la capital, en particular con los poetas de Piedra y Cielo, quienes por esos días lanzaban sus primeras publicaciones. Igualmente entabla amistad con el maestro Rafael Carrillo, quien siendo todavía muy joven, también se encontraba absorbido por la obra de Ortega y Gasset y las traducciones, que éste venía publicando en la editorial de la Revista de Occidente, sobre libros básicos de filósofos alemanes.

“Los diálogos cotidianos con Carrillo, primero en el café Martignon, y después en el café Lucerna, y la lectura de sus “Lunes”, fueron para mí una ayuda enorme en los primeros pasos hacia una decisión firme por la filosofía”, manifiesta el mismo Cruz Vélez.

Ese mismo año de su llegada a Bogotá, empieza a escribir en El Tiempo artículos de temas literarios, reconociendo siempre su gran pasión por la literatura, especialmente por las novelas: “Cuando me sumerjo en un mundo novelístico, soy capaz de vivir en él completamente olvidando del mundo real, si el autor tiene la fuerza para retenerme en el mundo que ha creado”, sostenía. Danilo Cruz fue el primero en reseñar en Colombia la incomensurable obra de Jorge Luís Borges.


Según su gran amigo y contertulio Rubén Sierra Mejía, con Cruz Vélez, en la época del cuarenta se ve surgir un fenómeno en Colombia: “El cultivo de la filosofía, particularmente de la filosofía contemporánea, actividad enmarcada dentro del cauce cultural y no únicamente como práctica pedagógica o como instrumento con el cual se justifican políticas o se difundían doctrinas religiosas, no se limitó a introducir las corrientes filosóficas del Siglo XX, sino que creó una tradición que no existía en el país”.


En el año de 1944, escribe un artículo sobre la obra del argentino Francisco Romero acerca de las historias de la filosofía, hecho que dio lugar al nacimiento de una excelente relación académica entre ambos pensadores latinoamericanos, quienes, a través de diversas correspondencias, intercambiaban ideas y comentarios de índole filosófica. Sin embargo, Romero no sólo influye en lo académico sobre Danilo Cruz Vélez, como éste lo reconoce, sino también en el aspecto de su vida personal, ya que aquél le transmitía una actitud filosófica y un entusiasmo por las cosas de la filosofía, que despertó aún más en él el interés por esta área del saber.


Este aspecto literario en su obra, lo reconocería años más tarde, en una entrevista concedida a Rubén Sierra Mejía, al expresarle su convencimiento de que “la lengua que maneje un escritor de temas filosóficos, se nutre en gran medida del lenguaje literario, a la vez que plantea que ni el pensador ni el científico se deben alejar totalmente de la literatura, porque gracias a ella mantienen una relación con el idioma vigente y con el idioma que se está haciendo: “los pensadores traen nuevas ideas, pero los que mantienen viva la lengua de toda época son los narradores y los poetas”.

Terminada su carrera de Derecho, es llamado como profesor en la Universidad Nacional, en donde se recién fundaba el Instituto de Filosofía (1945). Allí exteriorizó su auténtica vocación por la filosofía. “Fueron siete años de profesorado que -según declarara más tarde-, se convirtieron en mi verdadero aprendizaje de la filosofía”.

La preocupación fundamental que dirige los inicios y el transcurso de la vida filosófica de Danilo Cruz Vélez, es, sin lugar a dudas, el problema de la esencia del hombre. Dicha inquietud empieza con la lectura de Max Scheler, en su libro: “El puesto del hombre en el cosmos”, donde vive su primera experiencia filosófica auténtica. “En la lectura de este libro, por primera vez viví, desde lo más profundo de mi ser, un problema filosófico, el problema de la esencia del hombre.”

Danilo Cruz Vélez publica su primer libro en 1948, a la edad de 28 años. En esta época, manifiesta su preocupación por la “Crisis” del mundo y la humanidad, y así lo manifiesta en su texto “Nueva imagen del hombre y la cultura”, donde se propone una tarea de carácter crítico, enderezada a demostrar lo mucho de fantástico, de osadía sistemática, de construcción arbitraria, que hay en las ideas de aquellos filósofos (Max Scheler y Ernst Cassirer), y otra, de carácter personal, dirigida a la conquista de los fundamentos de las disciplinas filosóficas que se ocupan del hombre y la cultura.

En 1951, a la edad de 31 años, viaja a Alemania con el fin de adelantar sus estudios formales en Filosofía, y llega a Friburgo de Brisgovia, y se matricula en un seminario dirigido por Martín Heidegger, titulado: Was heisst denken?, que ha sido traducido al español como: ¿Qué significa pensar?, quien acababa de reintegrarse a la cátedra universitaria luego de su destitución por el gobierno de ocupación francesa en Alemania, y después de la caída de los nazis en 1945. (Con respecto a esto, Cruz Vélez publica un artículo en “Tabula rasa”. Correo de los Andes, titulado “Heidegger en 1933”)

Pero, ¿cómo nace el interés de Cruz Vélez por Heidegger? El primer contacto del pensador colombiano con la filosofía heideggeriana fue a través de un pequeño libro titulado “Tendencias actuales de la filosofía alemana”, escrito por el pensador de origen ruso y profesor de la Sorbona: G. Gurvicht. Su segunda lectura la realiza a través de una traducción al español realizada por Xavier Zubiri en 1933 del libro “¿Qué es la metafísica”?, pero que no logra aún una comprensión suficiente para hacer una verdadera entrada al pensamiento de Heidegger, como lo reconoce años más tarde.


Otro contacto con la obra de este filósofo alemán fue la traducción de Hölderlin sobre la esencia de la poesía y la esencia del fundamento, hecha por García Bacca, amén que Cruz Vélez conocía bastante bien la lengua alemana, y pudo seguir en igualdad de condiciones con unos estudiantes alemanes y un estudiante norteamericano todas las lecciones sobre algunos de sus textos fundamentales, estudiando página por página y línea por línea, su obra cumbre: “Ser y tiempo”; “La esencia del fundamento”, y “La esencia de la verdad”.


En la Universidad Nacional actúa como profesor de filosofía desde 1946 hasta 1951, donde fundó, junto con Rafael Carrillo, el Instituto de Filosofía de dicha Universidad, y posteriormente llega a la Universidad de los Andes, donde fue el decano de la Facultad de Humanidades y Letras desde 1959 hasta 1972, y es reconocido como uno de los filósofos más eminentes de Colombia.

Los enriquecedores años en Friburgo, al lado de Heidegger, le sirvieron a este pensador para que iniciara sus apuntes y planteamientos de su libro: “Filosofía sin supuestos”, y que terminaría en Colombia pero publicado en Buenos Aires en el año de 1970, en el que se expone el problema planteado con base en los ideales filosóficos de Husserl y de Heidegger.


“Un ideal siempre buscado, nunca alcanzado, pero nunca abandonado, siempre ha impulsado hacia delante la marcha de la filosofía”, donde Husserl es el primero en proponerse la tarea, no muy fácil, de construir una filosofía sin supuestos, combatiendo y atacando arduamente los conceptos oscuros, los problemas aparentes, las palabras en el aire, las creencias naturales, las opiniones incontrolables, las hipótesis arbitrarias, las construcciones sistemáticas sin el respaldo de las cosas mismas.

Su filosofía aborda los problemas de la Antropología filosófica, Filosofía Cultural y Metafísica, abordando autores como Friedrich Nietzsche, Friedrich von Schiller y Martin Heidegger. También introdujo la Fenomenología moderna y la idea de explicar nuestro pensamiento y pasado filosófico desde la filosofía misma, reivindicando el derecho de los pueblos americanos a ser deliberantes, y en especial de Colombia, dentro del marco más amplio del pensamiento occidental. Ello lo acercó a la obra del pensador argentino Francisco Romero, el mayor impulsador de la Filosofía Hispanoamericana en el Siglo XX.


Ilustración: Portada del libro Filosofía sin supuestos.
Editorial Universidad de Caldas, 2001.


miércoles, 21 de septiembre de 2011

Nuevo blog del Encuentro de Escritores Caldenses


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martes, 18 de noviembre de 2008

LANZAMIENTO EN EL HERMOSO MORRÓN DEL LIBRO "UNA OBRA DIGNA DE CONOCER"





En la iglesia y en el colegio oficial, el miércoles 13 de noviembre, se realizó el lanzamiento de esta importante obra de la educadora y escritora Gloria Valencia de Loaiza, en cálido e intelectual honor a José Macías. A continuación un registro gráfíco de la completa programación: conferencias, danzas, canciones, banda marcial. (Fotos: Flóbert Zapata)




































sábado, 20 de septiembre de 2008

TRES LIBROS

















El sábado 20 se presentaron tres libros en el aula máxima del colegio oficial, sede antigua Escuela General Santander, y en la sede de la Biblioteca Fundación Misael Toro Londoño : "Psymorfosis" de Diana Patricia Toro, "Un pueblo que cabalgó sobre la muerte" de Juan Pablo Correa Morales y "La tiza que ríe" de Flóbert Zapata. A continuación el registro de algunas intervenciones y momentos. (Fotos: Flóbert Zapata)
PSYMORFOSIS
Por Flóbert Zapata

Publicar un libro es un acto heroico, más si lo firma una mujer, en una cultura donde pocas mujeres escriben, ventana negativa de Natalia París como ideal, sólo un pequeño porcentaje de ellas se decide a publicar poemas sueltos y una fracción multiplicada por esta fracción rompe con el tabú de meterse entre carátulas. Las causas y las consecuencias de esta pobreza disfrazada de riqueza y de esta riqueza pobre merecen estudio aparte pero por ahora dejemos claro que las mujeres son víctimas y, en la mayoría de los casos, no victimarias de sí mismas.
Pobreza disfrazada de riqueza y riqueza pobre, sí, porque sólo leer libera, como reza la publicidad de Señal Colombia, en voz de otro para soltarlo espontáneo sin tener que suavizarlo. El resto es el paisaje sangriento y vil que nos devora. Que nos ha devorado siempre. En El barrio Comuneros de Manizales hay una casa que tiene enrejado el techo, de tanto que la han saqueado, no las marquesinas, como se usa, el techo integro, mortales. Al entrar a la casa de la cultura del Barrio Galán observaremos en vez de cielo raso, después del eternit, una total malla metálica protectora. Estas dos imágenes conforman una metáfora mejor que cualquier otro recurso para explicar nuestra degradación. Dinero y dolor evitable: ¿No son una contradicción rampante a la que debiéramos dejar que nos destroce?
Estas notas que comenzaron hablando de un tabú, toman un ex cursus ahora hacia la egosfera.
Otro acto heroico es el de hablar de un libro, más si se trata de un autor nuevo.
“Heroico”, ya era hora de definir este término de acuerdo al sentido de lo que quiero decir. “Heroico”, es decir humano. El mayor heroísmo ahora es simple y llanamente ser humano. Nada de ilusiones suprahumanas, ni siquiera sobrehumanas, simplemente humano. Resplandecientemente humano. Menos aquello de hacerle el juego a la estrategia de crear desamparados para que pueda nacer el héroe. ¿No sería mejor una sociedad donde no hubiera desamparados para que no tuvieran que existir héroes? Desde esta almena ¿no son los tales héroes los realmente desamparados?
Nos hemos vendido tanto, nos hemos alquilado tanto, nos hemos traicionado tanto, que ya escasamente nos reconocemos como humanos. Humanos: Sensibles ante la alegría sana y ante el dolor de la gente que sufre. Sensibles ante el que le han quitado el trozo de felicidad que le corresponde tan sólo por haber puesto sus pies en el universo. Sensibles ante el sueño del que ha comenzado su trasegar por la república de las letras, que es de un tamaño mayor que el mundo. Sensibles ante quien por primera vez ve su nombre en ese objeto maravilloso que nunca dejará de ser la carátula de un libro. Sensibles ante los que padecen la guerra. Sensibles: Alejados de la muerte en cualquiera de sus formas y disfraces, sean estos grotescos o sutiles, lleven o no los nombres falsos de la vida o los nombres verdaderos de la vida falsa.
Vivimos en la cultura del recelo y la envidia. A cuatrojos para los defectos y las equivocaciones y ciegos para los actos virtuosos. En los peores momentos apludiendo y encumbrando la ferocidad y el engaño y denostando de la dignidad y la justicia auténticas. Donde todos quieren recibir pero no dar. En el que no sólo quitamos legal y/o ilegalmente sino que impedimos que la solidaridad crezca y la arrancamos como yerba mala. Ese es justamente el mundo que debemos haber combatido y el que vemos crecer a nuestro lado impotentes y confusos. Impotencia nacida del terror recuperado y confusión germinada de semilla.
Bien, quiero decirlo de una vez. Escribir es muy importante. Más que importante necesario. Más que necesario indispensable. Más allá de los resultados. Por muchas razones. Generalizo: Si todos escribiéramos la esperanza dejaría de ser la verdadera mentira de falso azul que los señores feudales de todas las épocas, aunque utilicen ropajes distintos, han querido que sea. Sin pretender cambiar el mundo, sólo por existir, un libro cambia el mundo.
En este preciso momento entiendo lo que presentía Misael al presentar “Profecías del pasado” aquí hace 21 años, en 1987, cuando sembraba sin saberlo un Encuentro y una hija escritora: que el libro se basta a sí mismo. Que el libro es suficiente. Que el libro, sin que sepamos de qué se trata, ya es grito, aullido, oración, invocación, plegaria, canto, lágrima, lloro, sollozo, silencio, es decir todo lo que vale la pena si lo atendiéramos. Era como si todos los que se alegraban por mi barbilampiña devoción a la literatura dijeran que esa devoción bastaba y que si algún día producía algo de valor mayor que el entusiasmo me sería entregado el premio de estar solo. Pero no voy a hablar de esta maravillosa y torturante soledad, la del escritor, ahora.
Hoy trasmito a ustedes la lección que Misael me enseñara después de recibirla de antecesores resplandecidos, de intuiciones genéticas. Creo que es este, finalmente, el valor más importante cuando al presentar el libro de su hija entrego a todos ustedes, cuando trato de entregar, la emoción pura en vez del silencio piadoso y tramoyista o la reseña convencional e impertinente.
Ya había declarado hermanos a quienes escriben en el prólogo al libro de Filadelfia en fotos que publicó hace unos años Alfredo Ramírez. “Amor de hermanos” traduce la etimología de la palabra Filadelfia. Que adquiere su pleno sentido cuando la deseamos universal. Más conviene recordar que a veces el odio más agitador es justamente el que se da entre hermanos.
Por ello he venido hoy, rompiendo con el año sabático de silencio que fue para mí, en el plano personal, este 2008.
Para celebrar que Diana Patricia escriba y para celebrar su primer libro.
Lo que he resaltado, sería suficiente. Pero de lesa impunidad al caer en las indecorosas imposturas que revelo. Como presentar un libro para repetir lo que trae el prólogo, de traerlo, mucho más grave si es ajeno, o hablar de todo lo divino y humano, como suele decirse, menos del libro, tal evasión.
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“Tango de pasos” es una evocación de la infancia, dado que pertenece al primer capítulo del libro, “Decadencia del pasado”, en el que se da cuenta de “Imágenes de la memoria que recrean los primeros paisajes de la infancia y la juventud”. El musical tac-tac-tac de los tacones de una mujer se queda para siempre en la memoria del(a) hablante con una impronta “idílica” y “casi celestial”. Digo “del hablante” porque no necesariamente el poeta habla de sí cuando utiliza la primera persona y he querido detenerme en esta página sin preguntarle a la autora su precisa biografía, su génesis, aunque hubiera podido hacerlo y dar nuevo rumbo a estos comentarios o, como mínimo, un nuevo sesgo a algún aspecto de él. Posiblemente en las páginas de Psymorfosis, Diana Patricia ha utilizado máscaras al hablar por otros, por más que sea claro que al hablar de los otros hablamos de nosotros mismos, o las utilizará en el futuro. Que cada segundo somos otros lo dice la observación microscópica de la cantidad de piel que mudamos, correlato de la piel sicológica. Late una novedosa asociación entre el taconeo y el tango, sonidos ambos mas distantes, tan personal, tan íntima, que termina por sentir culpa de irse del lado de Sócrates y no de Eurípides, es decir por dirigirse al camino racional y didáctico en vez de al trágico, en el sentido nietzscheano: “y he olvidado que los pasos son sólo pasos/ y los tangos sólo tangos”. Un tiempo remoto, el de la infanta que escuchaba los tacones contra el pavimento, se une a un tiempo remoto posterior, de preadolescente quizá, que por primera vez observa a una pareja perderse con la danza en el sonido del tango, para encontrarse en el exacto lugar del presentimiento como una casa que se encuentra, al fin, en la punta de un arco iris.
Ello es justamente la poesía, el relato personal de sensaciones, la aprensión del entorno y las experiencias desde la inevitable subjetividad, por más que la queramos nivelar con raciocinios y sentido común (“No puedo mancillar su intacta pureza/ con palabras llenas de lógica, matemática/ y exacta ciencia” P. 201). El registro de los mundos aparte, lo que no se dice por el peso de la moral o el sentido común imperantes. La incursión en orbes subgenéricos y secundarios para los otros. La exploración sin límites de lo que pensamos y lo que sentimos. Los descensos al infierno y la locura provistos siempre de un hilo de Ariadna de buena calidad.
De un libro hay mucho qué decir, hemos pernoctado varios minutos en un sólo poema y hubiera podido extenderme. Ya antes habían recibido otros poemas de este libro calificados espaldarazos al ser publicados en blogs y revistas en papel, ambos especializados.
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Ha entrado Diana Patricia a la república de las letras. Al cruzar su puerta nos encontramos, fascinados y presas del terror, con laberintos de castillos y ciudades. Un día nos hallamos sin saberlo en la penumbrosa selva pura de intocada virginidad, en la que moriremos y nos veremos renacer cuantas veces sea necesario. Otro día regresamos y nadie nos reconoce, en esta ocasión por nobleza, bondad o simple ausencia de perversión, como si en vez de cuerpos fuéramos sombras y aceptáramos que no otra cosa hemos sido, y no reconocemos a nadie, portadores del no ser (“Me enredo en una mota de polvo/ a través de mi no ser/ y viajo por un rayo de luz/ hasta la raíz polvorienta del sol” P. 205), venablos de la nada (“Eso era él, nada./ Ella jamás logró entenderle nada,/ él jamás sintió nada,/ entre ellos jamás existió nada./ Y él,/ siempre la dejó con un vacío en el estómago,/ como la nada” P. 33), encomiablemente inocentes, ciudadanos del más hondo arte, perdidos y fascinados, fascinados y perdidos, acaso el amor sin pasiones que no entendemos y añoramos.
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En toda una vida el poeta encuentra una joya o dos, que conservará el pueblo. Tanto desvelo para tan poco aunque indispensable, inservible si fuera mucho. Y sin embargo basta. Porque a la especie humana más que las metas la engrandecen los caminos.
19/09/08
INTERVENCIÓN DE JUAN PABLO CORREA
Hace veintiocho años estábamos cinco muchachos hablando en la esquina de El Dorado, entre tantos temas que tratamos estaba el hecho de que Filadelfia para ese momento no contaba con un texto de historia, así que nos auto-impusimos la tarea de escribir un libro sobre nuestro pueblo. Luego de buscar datos en un lugar y otro cada uno de nosotros le entregamos al relator la información recopilada, la misma que él, debía transcribir para posteriormente corregirla en grupo para su posible publicación. Todavía estoy esperando ese escrito, lo mismo que las fotografías que aporté, afortunadamente dejé unas hojas manuscritas, con las cuales pude posteriormente reconstruir mí parte y empezar este trabajo de investigación.
Durante estos años he recorrido el país buscando datos de nuestro pueblo, he permanecido cantidad de horas sentado en bibliotecas y archivos tratando de encontrar algún dato de interés, empleando muchas veces días enteros para sacar unos cuantos renglones, sacrificando muchas de mis vacaciones y el tiempo de mi familia. Cuando estuve ejerciendo mí profesión aquí en Filadelfia, todos los días sacaba un poco de mi tiempo, me sentaba en el archivo municipal a revisar las carpetas hasta que terminé de leerme todas las que para ese momento había.
En la gran mayoría de estas dependencias que visité encontré funcionarios diligentes y amables que me permitieron obtener la información con la que le di cuerpo a esta obra, siempre guardo un sentimiento de gratitud hacía ellos pero en especial por las señoras Nancy Martínez e Irene Velásquez Correa y por el doctor Carlos Echeverri Correa notario de Filadelfia, quienes en forma incondicional estuvieron dispuestos a ayudarme.
Éste libro que presentó hoy es una recopilación de la historia del Municipio desde la colonización antioqueña hasta el año de 1930,
Inicia haciendo una descripción del proceso de colonización del sur de Antioquia centrándose en el proceso filadelfeño. Luego trata los temas de la fundación, los fundadores, los procesos y las dificultades que debieron enfrentar los colonos para darle vida al ente municipal. Hace énfasis en los conflictos armados del siglo XIX, y en especial en la guerra de los Mil Días y como afectaron estos el normal desarrollo aldeano.
Describe la participación de las autoridades civiles, eclesiásticas, los comerciantes e industriales en el crecimiento del pueblo y hace un breve recorrido por las costumbres, la vida cotidiana seguido de tres grandes sucesos del pueblo.
Consta de tres anexos, los dos primeros escritos por los profesores José María Ramírez y Rafael María Gallego, y el último contiene la hoja de campaña del coronel Manuel María Cadavid, en donde él cuenta su participación en la Guerra de los Mil Días.
Muchas personas me aportaron datos de interés como, doña María Carmona, don Félix Ramírez D, don José Jiménez, don Marco Ríos, don Jesús Osorio, don Juan de Jesús González, don José Miguel Mejía, don Antonio Suárez, don Víctor Barco, don Jesús Marulanda, don David Carmona y muchos más.
Este libro fue enriquecido con la Monografía de Filadelfia escrita por el doctor Alfonso Ríos García, su trabajo llegó a mis manos porque el señor Marco Giraldo, con la anuencia de las sobrinas del doctor Ríos, doña Beatriz y doña Piedad me lo hizo llegar, a ellos también agradecimiento especial.
Doña Alicia Zuluaga de Ríos me autorizó publicar el diario de campaña del Coronel Manuel María Cadavid en donde narra las vicisitudes vividas por él en la guerra de los Mil Días, a ella reconocimiento por su colaboración.
Muchas personas me han retro alimentado con sus comentarios, a don Leonel Moncada García, a Don Aradio Villegas, a Flover Zapata y a don Aníbal Gutiérrez quiero decirles que estoy inmensamente agradecido con ellos por tomarse la molestia de leer el borrador de este libro y hacerme sugerencias sobre los cambios y correcciones que debía realizarle. Flover se tomó como propia la publicación de este texto y don Aníbal me aconsejó esperar hasta madurar más esta obra, además me facilitó muchos de los libros de su biblioteca que requería para complementarlo.
Quiero aquí hacer un reconocimiento a mis profesores de historia la señorita Miryam Ocampo Franco y Don Henry Zuluaga Marín quienes despertaron en mi la pasión por esta área del conocimiento.
A mis profesores de español y literatura, Doña Blanca Nubiola López y Don Gersaín González porque me apoyaron y me convencieron de que era capaz de escribir.
A Luis Eucaris Gutiérrez, al doctor Herman Zuluaga y a Duván Giraldo por convertir este libro en su lucha personal.
Realmente soy feliz escribiendo, así que es poco lo que me interesa publicar estos trabajos, de pronto será porque llegó un momento en donde me cansé de escuchar que los mandatarios locales y las personas de influencia en el municipio me dijeran que querían sacar el tiraje de uno de mis libros y nunca cristalizaron sus propuestas.
Este trabajo de investigación se publica gracias a la colaboración brindada por el ex-alcalde Román Aristizábal Vasco, quien se empeñó en sacar adelante esta empresa, sin su ayuda seguiría guardando en un anaquel esperando una oportunidad como esta. A él, reconocimiento por su aporte a la cultura del pueblo y su memoria.
A la Gobernación de Caldas por aportar el dinero para el tiraje y a Rubén Darío Galeano y todo el personal de Editorial Manigraf por todo el empeño y amor que le pusieron a la elaboración de este texto.
A mi esposa Norma Clemencia Alzate Agudelo quien no permitió que quemara las carpetas en donde tenía recopilada la información que había recabado, cuando el día que nos fuimos de Filadelfia no dejó que les prendiera fuego en el patio de nuestra casa, decepcionado como me fui, luego de dar muchas luchas por la salud de mi pueblo, por su cultura y por el bienestar de su gente y como pago terminé amenazado de muerte en mí calidad de concejal motivo suficiente para alejarme definitivamente de la política y dedicarme a otros menesteres.
A mis hijas Sandra Lucia y Laura María gracias por su colaboración, comprensión y ayuda.
Este libro se lo dedico a mí papá Hildebrando Correa Marín y a mí mamá Amaya Morales Duque, quienes me enseñaron a recorrer la vida sin temor gracias a su ejemplo. A mí madre un agradecimiento especial por su lucha en solitario por sacarnos adelante tanto a mis hermanas como a mí y hacernos personas de bien, luego de la muerte de mí padre.
Ya para terminar quiero contarles que además de este libro he escrito otros cuatro sobre nuestro municipio que están inéditos y así creo que se van a quedar, el primero trata sobre los indígenas, que tribus poblaron estas tierras, sus limites, costumbres y la forma como fueron exterminados por los conquistadores el primero de ellos el mariscal Jorge Robledo, que en un genocidio sin precedentes provocaron la muerte de más de cien mil personas solamente en el norte de Caldas, en un lapso de cien años hasta desaparecerlos de la faz de la tierra
En el tercer libro está la historia de Filadelfia desde 1930 hasta 2005, otro tomo está dedicado a los orígenes de las veredas y corregimientos, el último es una recopilación de más de doscientas biografías de filadelfeños ilustres.
Este es parte mi legado, quiero mucho a mí pueblo Filadelfia, como les dije anteriormente soy feliz leyendo y escribiendo, espero seguir haciendo esto por el resto de mí vida, gracias a todos ustedes por acompañarme en este lanzamiento. Gracias infinitas a todos.

Filadelfia septiembre 19 de 2008.

jueves, 31 de julio de 2008