lunes, 13 de febrero de 2012

Danilo Cruz Vélez, el más grande filósofo colombiano del siglo XX, por Julián Chica Cardona

Danilo Cruz Vélez, el más grande filósofo colombiano del siglo XX,

por Julián Chica Cardona.


«No es la naturaleza, sino la red de formas culturales (derecho, estado, sociedad, familia, moralidad, ciencia, arte…) lo que constituye el ámbito dentro del cual el hombre llega a ser lo que es.»

D. C. V.

(Danilo Cruz Vélez).


Danilo Cruz Vélez, considerado por muchos como el más grande filósofo colombiano del Siglo XX, nació en la finca La María, paraje de La Palma, jurisdicción de Filadelfia (Caldas), el 22 de diciembre de 1920.

La infancia y los primeros años de su juventud transcurrieron entre su población natal (Filadelfia), y Riosucio (ubicada hacia la otra margen del río Cauca), Popayán y Manizales. A esta última se traslada en 1937 para terminar sus estudios secundarios en el Instituto Universitario de Manizales, y allí inicia sus primeras lecturas de filosofía moderna y contemporánea, gracias a las traducciones y publicaciones de algunas editoriales españolas a las que tuvo acceso.

Aunque sus primeras lecturas eran esencialmente de orden literario, ya empezaba a inquietarse por la filosofía y su definitiva vocación intelectual. Para él fue decisivo el encuentro en dicho colegio con su profesor de Historia, Rogelio Escobar Ángel, quien fue el primero en hablarle de la obra de Ortega y Gasset en España y de sus distintas tesis de contenido filosófico, e igualmente sobre la cultura y la ciencia alemanas, y su incidencia en el desarrollo del pensamiento occidental, lo que influye en la trayectoria de su posterior vida intelectual.

Su compañero de colegio, con el que compartió sus primeras inquietudes literarias y filosóficas, y a quien recuerda con agrado, fue Guillermo Arcila Arango, que posteriormente llegaría a ser un distinguido miembro de la Sociedad Psicoanalítica Latinoamericana.

En 1939, se traslada a Bogotá para continuar sus estudios universitarios, y se decide por la rama del Derecho. Allí entra enseguida en relaciones con los círculos de escritores de la capital, en particular con los poetas de Piedra y Cielo, quienes por esos días lanzaban sus primeras publicaciones. Igualmente entabla amistad con el maestro Rafael Carrillo, quien siendo todavía muy joven, también se encontraba absorbido por la obra de Ortega y Gasset y las traducciones, que éste venía publicando en la editorial de la Revista de Occidente, sobre libros básicos de filósofos alemanes.

“Los diálogos cotidianos con Carrillo, primero en el café Martignon, y después en el café Lucerna, y la lectura de sus “Lunes”, fueron para mí una ayuda enorme en los primeros pasos hacia una decisión firme por la filosofía”, manifiesta el mismo Cruz Vélez.

Ese mismo año de su llegada a Bogotá, empieza a escribir en El Tiempo artículos de temas literarios, reconociendo siempre su gran pasión por la literatura, especialmente por las novelas: “Cuando me sumerjo en un mundo novelístico, soy capaz de vivir en él completamente olvidando del mundo real, si el autor tiene la fuerza para retenerme en el mundo que ha creado”, sostenía. Danilo Cruz fue el primero en reseñar en Colombia la incomensurable obra de Jorge Luís Borges.


Según su gran amigo y contertulio Rubén Sierra Mejía, con Cruz Vélez, en la época del cuarenta se ve surgir un fenómeno en Colombia: “El cultivo de la filosofía, particularmente de la filosofía contemporánea, actividad enmarcada dentro del cauce cultural y no únicamente como práctica pedagógica o como instrumento con el cual se justifican políticas o se difundían doctrinas religiosas, no se limitó a introducir las corrientes filosóficas del Siglo XX, sino que creó una tradición que no existía en el país”.


En el año de 1944, escribe un artículo sobre la obra del argentino Francisco Romero acerca de las historias de la filosofía, hecho que dio lugar al nacimiento de una excelente relación académica entre ambos pensadores latinoamericanos, quienes, a través de diversas correspondencias, intercambiaban ideas y comentarios de índole filosófica. Sin embargo, Romero no sólo influye en lo académico sobre Danilo Cruz Vélez, como éste lo reconoce, sino también en el aspecto de su vida personal, ya que aquél le transmitía una actitud filosófica y un entusiasmo por las cosas de la filosofía, que despertó aún más en él el interés por esta área del saber.


Este aspecto literario en su obra, lo reconocería años más tarde, en una entrevista concedida a Rubén Sierra Mejía, al expresarle su convencimiento de que “la lengua que maneje un escritor de temas filosóficos, se nutre en gran medida del lenguaje literario, a la vez que plantea que ni el pensador ni el científico se deben alejar totalmente de la literatura, porque gracias a ella mantienen una relación con el idioma vigente y con el idioma que se está haciendo: “los pensadores traen nuevas ideas, pero los que mantienen viva la lengua de toda época son los narradores y los poetas”.

Terminada su carrera de Derecho, es llamado como profesor en la Universidad Nacional, en donde se recién fundaba el Instituto de Filosofía (1945). Allí exteriorizó su auténtica vocación por la filosofía. “Fueron siete años de profesorado que -según declarara más tarde-, se convirtieron en mi verdadero aprendizaje de la filosofía”.

La preocupación fundamental que dirige los inicios y el transcurso de la vida filosófica de Danilo Cruz Vélez, es, sin lugar a dudas, el problema de la esencia del hombre. Dicha inquietud empieza con la lectura de Max Scheler, en su libro: “El puesto del hombre en el cosmos”, donde vive su primera experiencia filosófica auténtica. “En la lectura de este libro, por primera vez viví, desde lo más profundo de mi ser, un problema filosófico, el problema de la esencia del hombre.”

Danilo Cruz Vélez publica su primer libro en 1948, a la edad de 28 años. En esta época, manifiesta su preocupación por la “Crisis” del mundo y la humanidad, y así lo manifiesta en su texto “Nueva imagen del hombre y la cultura”, donde se propone una tarea de carácter crítico, enderezada a demostrar lo mucho de fantástico, de osadía sistemática, de construcción arbitraria, que hay en las ideas de aquellos filósofos (Max Scheler y Ernst Cassirer), y otra, de carácter personal, dirigida a la conquista de los fundamentos de las disciplinas filosóficas que se ocupan del hombre y la cultura.

En 1951, a la edad de 31 años, viaja a Alemania con el fin de adelantar sus estudios formales en Filosofía, y llega a Friburgo de Brisgovia, y se matricula en un seminario dirigido por Martín Heidegger, titulado: Was heisst denken?, que ha sido traducido al español como: ¿Qué significa pensar?, quien acababa de reintegrarse a la cátedra universitaria luego de su destitución por el gobierno de ocupación francesa en Alemania, y después de la caída de los nazis en 1945. (Con respecto a esto, Cruz Vélez publica un artículo en “Tabula rasa”. Correo de los Andes, titulado “Heidegger en 1933”)

Pero, ¿cómo nace el interés de Cruz Vélez por Heidegger? El primer contacto del pensador colombiano con la filosofía heideggeriana fue a través de un pequeño libro titulado “Tendencias actuales de la filosofía alemana”, escrito por el pensador de origen ruso y profesor de la Sorbona: G. Gurvicht. Su segunda lectura la realiza a través de una traducción al español realizada por Xavier Zubiri en 1933 del libro “¿Qué es la metafísica”?, pero que no logra aún una comprensión suficiente para hacer una verdadera entrada al pensamiento de Heidegger, como lo reconoce años más tarde.


Otro contacto con la obra de este filósofo alemán fue la traducción de Hölderlin sobre la esencia de la poesía y la esencia del fundamento, hecha por García Bacca, amén que Cruz Vélez conocía bastante bien la lengua alemana, y pudo seguir en igualdad de condiciones con unos estudiantes alemanes y un estudiante norteamericano todas las lecciones sobre algunos de sus textos fundamentales, estudiando página por página y línea por línea, su obra cumbre: “Ser y tiempo”; “La esencia del fundamento”, y “La esencia de la verdad”.


En la Universidad Nacional actúa como profesor de filosofía desde 1946 hasta 1951, donde fundó, junto con Rafael Carrillo, el Instituto de Filosofía de dicha Universidad, y posteriormente llega a la Universidad de los Andes, donde fue el decano de la Facultad de Humanidades y Letras desde 1959 hasta 1972, y es reconocido como uno de los filósofos más eminentes de Colombia.

Los enriquecedores años en Friburgo, al lado de Heidegger, le sirvieron a este pensador para que iniciara sus apuntes y planteamientos de su libro: “Filosofía sin supuestos”, y que terminaría en Colombia pero publicado en Buenos Aires en el año de 1970, en el que se expone el problema planteado con base en los ideales filosóficos de Husserl y de Heidegger.


“Un ideal siempre buscado, nunca alcanzado, pero nunca abandonado, siempre ha impulsado hacia delante la marcha de la filosofía”, donde Husserl es el primero en proponerse la tarea, no muy fácil, de construir una filosofía sin supuestos, combatiendo y atacando arduamente los conceptos oscuros, los problemas aparentes, las palabras en el aire, las creencias naturales, las opiniones incontrolables, las hipótesis arbitrarias, las construcciones sistemáticas sin el respaldo de las cosas mismas.

Su filosofía aborda los problemas de la Antropología filosófica, Filosofía Cultural y Metafísica, abordando autores como Friedrich Nietzsche, Friedrich von Schiller y Martin Heidegger. También introdujo la Fenomenología moderna y la idea de explicar nuestro pensamiento y pasado filosófico desde la filosofía misma, reivindicando el derecho de los pueblos americanos a ser deliberantes, y en especial de Colombia, dentro del marco más amplio del pensamiento occidental. Ello lo acercó a la obra del pensador argentino Francisco Romero, el mayor impulsador de la Filosofía Hispanoamericana en el Siglo XX.


Ilustración: Portada del libro Filosofía sin supuestos.
Editorial Universidad de Caldas, 2001.