martes, 13 de mayo de 2008

DECLARACIÓN DE COMPLICIDAD CON FILADELFIA




Vine a conocer Filadelfia el pasado mes de abril con ocasión del X ENCUENTRTO DE ESCRITORES CALDENSES. Anfitrión de mi visita fue el Dr. Ricardo Moncaleano, hijo adoptivo del municipio, y cómplices más que generosos fueron los organizadores, participantes, testigos y, en fin, la comunidad entera de amables filadelfeños. A todos ellos ofrezco, más que un agradecimiento, mi decidida expresión de complicidad con lo que hacen y estas reflexiones sobre algunos sentidos y valores que no deben desvanecerse o que sería importante consolidar:

RECONOCIMIENTO: Los ENCUENTROS son la mejor manera de “vernos”, de confirmar o validar la presencia propia y la de “otros”, aquellos que llamamos los “demás”. Por eso los ENCUENTROS siempre comienzan y jamás se acaban; pues vernos una vez es seguir conociéndonos, sobre todo y muy especialmente, en el recuerdo que es el verdadero conocimiento.

DIFERENCIA: Los ENCUENTROS, por ello mismo, propician la conciencia de sí (Otra de las definiciones de “Cultura” según Gramsci) y excitan la construcción permanente de la identidad. Nadie se reconoce en solitario. Se precisa el reconocimiento y la mirada ajenos para sentir —y recobrar― esa angustia fundamental de “sabernos” nosotros mismos y no otros, de admitirnos distintos y únicos. La conciencia de la diferencia es el primer factor de identidad.

DISENTIMIENTO: Los ENCUENTROS consolidan el derecho a ser, a pensar y a vivir distinto. En el intercambio, en el diálogo con otros seres y otros modos de existir, se sitúa claramente nuestro pensamiento y se permite la expresión y la expansión no sólo de ideas afines sino de conceptos contrarios y, aún, divergentes. Encontrarse es, también, sinónimo de oposición, otra forma civilizada de disentimiento.

PLURALIDAD: Los ENCUENTROS, en este orden de ideas, son la manifestación concreta de lo “plural” y, claro, de esa difícil virtud que denominamos tolerancia. Los ENCUENTROS no tienen como propósito lo homogéneo, ni lo unánime; se regodean en la variedad y en esa gama colorida de las opiniones múltiples.

CONEXIDAD: Los ENCUENTROS, entonces, son una revoltura inevitable y necesaria. Trastornan todas las jerarquías y dignidades: rebasan las diferencias de todo tipo y subvierten los órdenes tradicionales.

PÚBLICO Y COLECTIVO: Los ENCUENTROS, como se ve, tienden forzosamente a lo colectivo y a lo público. Instauran esos ámbitos o los estimulan y reclaman la creación de nuevos espacios y derroteros. Lo público, en la acepción de lo común y no de lo institucional, es el lado colectivo de la pertenencia. No sólo nos sensibiliza hacia los propósitos comunes sino que nos enlaza como pueblo.
CULTURAS: Bajo este enfoque, los ENCUENTROS son el soporte natural de nuestras “culturas”. Las expresiones, manifestaciones y principios, los símbolos, códigos e imaginarios, los creadores y sus creaciones, los eventos y los medios, las identidades y diferencias, concurren y se confrontan con esta única excusa.

COMUNIDAD: Los ENCUENTROS, pues, como ámbitos culturales, colectivos y públicos, son esencialmente comunitarios y allí debe residir su fuerza. Los sentimientos de lealtad y de pertenencia se fraguan a través de las experiencias que se ejercen y viven en comunidad.

MEMORIA: Los ENCUENTROS fortalecen tanto la memoria como el olvido. “Memoria” que es siempre vital en la incorporación del pasado remoto y del cercano, que transforma el presente con referentes precisos y que ajusta el porvenir y lo modela con el poder del deseo. Memoria que nos hace dueños de la historia actual y artífices de la venidera. Y, por supuesto, “olvido” de todo aquello que nos inmoviliza, traiciona y vulnera como sociedad.
ESPERANZA: Los ENCUENTROS abren caminos de esperanza. Esperanza de avanzar, crecer y madurar; certidumbre de que el diálogo es la terapia concreta para la violencia y confianza en que un país mejor es posible y que no hay que esperar mucho para tenerlo.

CONVERSACIÓN: Los ENCUENTROS, finalmente, son la excusa perfecta para conversar. Extensión colectiva de este hecho familiar y fraterno, los ENCUENTROS demandan una conversación lenta y trivial, íntima y despreocupada. Por lo demás, atreverse a conversar es otra forma de atreverse a pensar y a opinar, a disfrutar de interlocutores en un país que los niega o que los oculta. Por fortuna, en Filadelfia, se conversa antes, en medio y después de cada uno de los ENCUENTROS. Se conversa sana, vigorosa y exageradamente. Como debe conversarse y como debe vivirse en este privilegiado oasis del occidente.


RECOMENDACIONES


*El evento debe protegerse y mantenerse, conservando los motivos, fecha y periodicidad que lo caracterizan.
*Los invitados, propios y forasteros, han de tratarse con similar consideración. Es imperativo vincular más efectivamente a las Colonias y a los personajes nativos que no viven en el municipio.
*El evento debe mantener un diálogo abierto y constante entre los diversos grupos y tendencias culturales presentes en Filadelfia. De ser posible, ha de permitirles alguna injerencia o proponerles conciliar temáticas y procedimientos. El evento ha de ser ejemplo de consenso para toda la comunidad.
*Independientemente de la excusa histórica o literaria, el evento debe abrirse a otras expresiones, manifestaciones, disciplinas e intereses, tanto culturales como artísticos, que contribuyan a su crecimiento y afianzamiento.
*Es necesario que se diseñen y programen, a lo largo del año, actividades complementarias y conexas como investigaciones, concursos, cátedras, tertulias, talleres, festivales, clubes, ferias, etc.
*Es urgente reclamar del Estado y de las instituciones locales y nacionales un respaldo serio y concreto a este esfuerzo, al punto que le permita sostenerse con dignidad. Sin olvidar que estos eventos son rentables en términos sociales y eso justifica todas las inversiones.
*Debe propiciarse, entonces, la alternancia entre lo tradicional y lo moderno, lo folclórico y lo popular, lo comarcano y lo cosmopolita, lo académico y lo vivencial, etc.
*Es imprescindible no sólo la convocatoria sino, especialmente, la participación de la mayor cantidad posible de grupos locales, de gremios y oficios, de gentes y ámbitos.
*Los espacios públicos han de usarse para promover nuevas experiencias comunales y para sustentar y mejorar las existentes.
*Sin duda, el evento ha de estimular la conservación material de sus resultados, mediante archivos especializados, publicaciones y mecanismos de extensión.
*El evento debe propagarse y extenderse, crear vínculos sociales e institucionales, darse a conocer y favorecer su emulación por parte de otras comunidades.
*Los espacios de conversación —casas, cafés, plazas, patios, etc.―, así como las horas para hacerlo, dan una idea significativa, de todo lo que podría hacerse y lograrse.


JAIRO HERNÁN URIBE MÁRQUEZ/Junio de 2004